Recuerdos


La casa de la señora Luisa está llena de recuerdos. Como tantos otros ancianos, lleva muchos años viviendo sola desde el fallecimiento de su marido. Cuando hace buen tiempo y el sol calienta, a media tarde, sale a pasear por el parque frente a su casa. Pasear es una forma de hablar, simplemente se sienta en un banco a ver pasar el tiempo, viendo el proceso rutinario de un día laborable: los chicos saliendo del colegio, las madres yendo a su encuentro, los repartidores y comerciantes distribuyendo sus mercancías... Mientras la tarde va cayendo y apagándose el sol, el día oscurece y entonces la anciana regresa a la soledad de su hogar.

En silencio prepara algo de cenar, tal vez un poco de pan con mermelada, un huevo frito o una tortilla francesa con un yogurt.

Las paredes de su casa están llenas de recuerdos, de fotografías enmarcadas de unos años que quedaron muy atrás. De los veranos con su marido en Benidorm, de las mañanas en la playa, de algún cumpleaños o de viajes a algún museo o a las montañas nevadas. También hay románticas fotos tostadas por el tiempo con ellos dos, ella y su marido, sentados en la feria, cuando aún eran novios, dulcemente abrazados; de sus primeros viajes estrenando coche, e incluso alguna imagen asida fuertemente a la cintura de su hombre, cuando en sus años mozos llegaron a tener una motocicleta. De todo ello ya no queda nada. Solo recuerdos.




En su casa solo la acompaña el sonido monótono del constante tic-tac de un viejo reloj. Precisamente el único elemento que se mantiene vivo de todo aquello es su reloj de pulsera. El único testigo de sus años pasados, de sus correrías, de sus aventuras. Mirarlo es como viajar atrás en el tiempo, y a veces la señora Luisa se queda absorta durante horas observando la monótona aguja del segundero dar incontables vueltas. Para ella, más que nada, el reloj no cuenta el tiempo hacia adelante. Es una cuenta atrás. El único compañero proveniente de su pasado que aún permanece fielmente a su lado.

Lo cierto es que la señora Luisa no sabe muy bien si su reloj de muñeca da o no la hora exacta. Tampoco le importa tanto: ella se guía por el sol. Cuando ve amanecer se levanta, y cuando empieza en la televisión el telediario de las tres, almuerza. Así de simple.

Tampoco es importante, porque aunque su reloj fuera exacto su vista cansada apenas podría discernir la hora con garantías. La único vez que su reloj funciona ajustado es cuando lo lleva al relojero a sustituirle la pila. Entonces, el amable señor, con un gesto confidente y paternalista, le suele decir: "¡si lo lleva media hora atrasado!", o: "¡lo tiene más de veinte minutos adelantado!". Pero eso solo ocurre cada ciertos años, cuando ella se da cuenta que el segundero animado permanece impasiblemente anclado en su posición hora tras hora.

La anciana Luisa no es más que uno de los miles de ancianos que viven solos en nuestro país, ignorados o de espaldas a la sociedad, muchas veces incomprendidos, aislados y pertrechados solamente tras sus recuerdos. Recuerdos de un pasado añorado, de un futuro prometedor, y en el cual, poco a poco, amistades, familia y pareja han ido desapareciendo de sus vidas, como si una mano negra se los arrebatare. Casi sin darse cuenta. Casi sin avisar.

Solo queda el reloj. Solo permanece aquel reloj que tantas veces consultaba en su joven brazo, y que ahora, con la piel cubierta de manchas y arrugas, se resiste, inquebrantable y renqueante, a abandonarla.

Los dibujos son de Reflejo.

6 comentarios:

  1. Espectacular. Muy buen post. La expresividad que tiene Reflejo dibujando solo con lapices me deja anonadado.

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  2. Un relato interesante, triste, pero muy entrañable. Un relato que no deja indiferente...
    Como dice Osvaldo, buenos carboncillos para ilustrarlo.
    Enhorabuena.

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  3. ¿un reloj a pilas?
    La señora Luisa , por los dibujos que acompañan al texto, debe de tener unos 80 años. Un reloj a pilas debió llegar a sus manos, como pronto, cuando tenia por lo menos 40 años. Es decir, todos sus recuerdos de juventud y primera madurez ( noviazgo, moto, boda, viajes sin niños, embarazos, niños pequeños, primeras comuniones,etc...) los paso sin ese reloj "quarz"

    Seguramente tiene en algún cajón un reloj de cuerda manual que ese si le traerá viejos recuerdos.....

    Vamos, digo yo

    saludos

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    1. Hombre, los dibujos son para ilustrar, simplemente, no porque tengan que ver con la señora en concreto.

      Perdona, Marqués, pero creo... Pero creo que escribo muy mal los relatos, jeje. O quizá debería ampliarlo... "En su casa solo la acompaña el sonido monótono del constante tic-tac de un viejo reloj" no me refiero a su reloj de muñeca, los relojes de cuarzo no hacen tic-tac (bueno, algunos emiten un molestísimo sonido -al menos para mí-, pero no es precisamente un tic-tac), sino un reloj que tiene por casa que no tiene nada que ver con el de muñeca del que hablo luego. Tampoco guarda relación alguna con los cuadros que guarda que, como acertadamente señalas, son -por simple eliminación- más viejos que su reloj.

      La señora Luis está hecha de varias personas que conocí, y tiene un poco de todas ellas. Muchas mantenían un cariño, te lo aseguro, a su reloj de cuarzo, y de hecho llegué a preguntarles por qué ese reloj y no otro de cuerda -mecánico-, y su respuesta solía ser no el cariño o los recuerdos simplemente -que también-, sino la comodidad del movimiento de cuarzo. Muchos de ellos aún sentían escalofríos cuando recordaban cómo tenían que darles cuerda a aquellos "inútiles" relojes mecánicos cada mañana, sin saber si era la hora exacta o no la que se señalaba en ellos, y más aún: cuando veían con susto y sorpresa que cuando no les daban cuerda porque supuestamente eran "de pulso" (de remonte automático) se les detenía en el momento de mayor necesidad (los ancianos no se suelen mover mucho, por lo general).

      La mayor sorpresa me la dio un anciano que amaba su reloj, uno de cuerda, de una manera descomunal. Le daba cuerda nada más levantarse aunque su hora luego señalase la que quisiera. Y de repente un día me lo encontré con uno de cuarzo. Él, un amante de los mecánicos de siempre. Pues se había pasado al cuarzo a última hora y no quería oír hablar de relojes mecánicos para nada.

      Por otra parte, desde los años 70 que están con nosotros los de cuarzo, te digo una cosa: quien lo tenga desde esos años tiene muchísimos -pero muchísimos- recuerdos con ese reloj. Y los que no lo tienen o lo han perdido son infinidad las personas que me preguntan constantemente qué tipo de modelo era para que les ayude a volver a conseguirlo.

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    2. Hola Nelbu.Yo, gran amante de los relojes mecánicos, ahora solo utilizo digitales...en parte gracias a zonacasio y a su "antiguo" blogero (o como se escriba).

      Y sí , lamento decirte que la historia es bonita, pero confusa.....

      Un saludo.

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  4. Me ha parecido un relato muy emocionante, con la compañía y el optimismo que aunque a veces lo olvidemos, aportan los relojes, midiendo el tiempo que transcurre fuera este bueno, malo, muy pasado, o reciente.

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