Despertar envidias o abrir tus propios caminos


Las marcas de consumo suelen explotar uno de los pecados que anidan más profundamente en el alma humana: la codicia. Así, presentan artículos utilizando imágenes de famosos, y los publicitan con personas que poco o nada han contribuido al bien de la humanidad (actores, cantantes, deportistas, miembros de la farándula y el politiqueo) pero que son envidiados por una multitud inmensa de personas por tener más que el resto en algo: en dinero. No son médicos, no son bomberos ni logistas en zonas inhóspitas del planeta. Son gente que viven en una nube. En su nube.

Que personas así sean ejemplo para muchos deja bastante que desear, pero dejando a un lado las preferencias de cada uno, cuesta entender que porque lleven un reloj determinado en su muñeca al día siguiente se agoten las ventas. Pero así ocurre. La codicia, el desear los bienes del otro (su mujer, su auto, su reloj...) nos lleva a veces a límites tan absurdos como desear la felicidad para nosotros que supuestamente -creemos en nuestra imaginación- esas personas disfrutan.




No deja de ser irónico que en un mundo donde existen suficientes bienes para todos y en el que podríamos vivir holgadamente si esas personas no los acaparasen, una incontable multitud de gente les tengan envidia. Envidia -y codicia- porque visten lo último, lucen lo último, y llevan el último reloj. "Yo me compro el reloj que me gusta, y no porque lo lleve Sebastian Vettel", dicen algunos, pero luego en el fondo de su alma una vocecita que han aprendido a tener domesticada añade: "pero si lo lleva, mejor".

Otros son más sinceros: "¿Quién no envidiaría la vida que tienen esas personas?, ¡pues claro!". Viajes, mujeres, casas, coches... Vas a cualquier sitio y ponen una alfombra para ti, cuando visitas una tienda, la cierran para que compres a gusto; cuando vas al médico no tienes que andar detrás de doctores o enfermeras para preguntar lo que te pasa o el tratamiento que te van a dar: son ellos los que buscan a ti. Siempre tienes mesas libres o reservados en los restaurantes, y en los aeropuertos tienes zonas VIP para descansar para ti solo. No hablemos ya de hoteles, atenciones en los bancos, prevendas y más prevendas. No tienes que esperar un año -o dos- para comprarte un ordenador o una tablet, ¡y eso de segunda mano!, tu empresa, tu patrocinador, tu partido político te lo regala nada mas aparecer en el mercado, y si lo maltratas, lo rompes o lo estropeas, ellos mismos corren con los gastos. No tienes que preocuparte por nada, ni siquiera por si hace frío o si hace calor.

Estás al lado de la ley. Bueno, de hecho estás por encima de la ley. Que se lo cuenten a Esperanza Aguirre, dándose sin problemas a la fuga ante la policía, o al rey "emérito" de España, esquivando desde su cómodo sillón demandas de paternidad sin despeinarse. Sin embargo ¡qué pronto te detienen, multan y te llevan ante el juez si subes o descargas una película o una canción! Solo démonos cuenta qué pronto han corrido a salvar a los bancos ("sus" bancos), mientras las familias desahuciadas eran arrojadas a la calle, a la intemperie en pleno invierno como si fueran perros o criminales, mientras los desempleados se arrojaban de los puentes o se suicidaban acuciados por las deudas, mientras enfermos terminales y pensionistas eran obligados a dejar sus tratamientos por no poder pagarlos. Esos, que te dejan sin empleo, sin vestir y sin comer, son los que despiertan envidias. A donde todo el mundo aspira meterse. Demencial.

Nos quedamos cegados por sus luces, deslumbrados por sus brillos mientras bajo la alfombra ocultan un mundo de perversión y maldad. Mientras dejan tras de sí una estela de muerte y de muertos.

Decía una máxima que cuando te aprovechas de algo para ti que no necesitas, estás robando. Se lo estás quitando alguien que sí lo necesita. Muchos famosos suelen decir muy habitualmente: "el fútbol me ha dado mucho", "el mundo de la canción me ha dado mucho", o el cine, o el arte o la política. No te lo han dado ellos. Lo has robado a cara de perro. Despierta.

2 comentarios:

  1. Estas estrategias de marketing, se hacen simplemente porque funcionan. Como individuos es responsabilidad nuestra hacer que fallen si así lo deseamos, y entonces dejarán de utilizarse.

    En este caso concreto, no hay más que desarrollar el ejemplo que planteáis. El pasado año me compro un Edifice, porque es el reloj que lleva Vettel. Qué hago ahora este año si no puedo pagar un Hublot de 10.000€ como el que lleva? Realmente es tan bueno un reloj, si a la mínima de cambio lo deja plantado por otro?

    Otro valor que se aprovecha es el de la herencia. Compramos un G-Shock, por la herencia del DW-5000, un concepto de reloj revolucionario. Sin embargo sabemos que pocos G-Shock mantienen esas cualidades y herencia, y de hecho son los que menos se venden. Un Rolex tiene la herencia de instrumento de precisión, duradero y robusto, pero ahora más que eso, son relojes de lujo, que multiplican por 3 o 4 el precio que tenían en su momento para hacerlos más exclusivos. Igual que podemos decir de TAG Heuer, o de Omega.

    Seamos listos, de nosotros depende.

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    1. Ese es el problema, Guti: parece ser que como individuos, al menos a la gran mayoría, no les preocupa.

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